Quantcast
Channel: piglia – Seikilos
Viewing all articles
Browse latest Browse all 8

Diarios intervenidos

$
0
0

No sé por qué autoengaño esperaba que "Los diarios de Emilio Renzi", pese a que estaba explícito en el título, fueran los diarios que Ricardo Piglia siempre dijo tener guardados, como reservorio de historias, como laboratorio de literatura. El principio es un poco confuso, no se entiende muy bien quién habla, si Piglia, si Renzi, si en primera o en tercera persona, y después uno entra en más confianza con el personaje que escribe, vive con él un poco con desapego las cosas que le pasan, y él también las vive un poco con desapego. Lo mejor en ese viaje son los intermezzos donde aparece un texto autónomo, como el texto sobre Russell y su Buenos Aires en miniatura, que ya había aparecido en otros libros de Piglia, como El Ultimo Lector, y que apunta a una especie de Aleph inverso. Cuando lo insustancial del diario, porque no le pasan muchas cosas a su personaje, porque la escritura no es gran cosa, se vuelve ya tedioso, en el último capítulo bruscamente el tiempo vuelve al presente, aparece el Piglia (o el Renzi, como quieran) actual, en plena enfermedad, escribiendo con el peso con el que escribe ahora, y sólo ese capítulo justifica el libro. Y lo borronea todavía más.

Cuando leí el diario de Bioy sobre Borges, pensé que a una persona como Piglia, a quien cuando uno escucha hablar se da cuenta que ha mirado muy de cerca el contexto histórico donde se movía Borges, le iba a interesar mucho la interna privada que se podía leer ahí sobre el mundillo literario argentino. Sin embargo, las pocas veces que he escuchado a Piglia opinar sobre el libro fue con desprecio, diciendo que no es un diario como uno esperaría, o que tiene una intención distinta a la de un diario de un escritor, una intención "malvada", enconada con Borges. Mi propia lectura sobre el diario, que he repetido más de una vez aquí, es que Bioy tomó las anotaciones que hizo a lo largo de los años sobre Borges, y las fue usando para crear un libro y su personaje, una obra magistral a medio camino entre una parodia de escritor como Paladión o Bonavena y la exacerbación de la genialidad oral de Borges. La imperfección, la irregularidad de esta "novela" me lleva a pensar que esta intención fue cristalizándose con los años, y quizás no de manera muy consciente. La magnitud del material y las condiciones de Bioy en sus últimos años tal vez atentaron contra una mejor forma, o quizás Bioy llegó a su límite, pero el diario es harto mejor que toda su otra producción literaria.

Piglia renuncia a Princeton, se jubila y empieza a revisar sus diarios. Los lee, y con eso va produciendo el diario de Renzi, acaso copiando algunas cosas, omitiendo otras, reescribiendo, seguramente pensando que su diario originalmente se escribió así, copiando algunas cosas de la realidad, omitiendo otras, reescribiéndola. Con esto hace un libro que se llama "Los diarios de Emilio Renzi", y una película que se llama "327 cuadernos", y una obra de arte plástica que se llama "Fragmento de un diario" (hay quien dijo que el diario es harto mejor que toda su otra producción literaria). En el libro, en ese último capítulo donde el tono cambia tanto, está Renzi acorralado por la enfermedad de Piglia, hay una mujer a quien le dicta sus diarios, porque él ya no puede escribir, está "un poco embromado", la mano no le funciona, y la mujer le cambia todo al escribir. En la película está esa mujer, Luisa Fernández, y está Piglia que dice que se jodió la mano en el gimnasio. Hacia el final, se escucha a Andrés di Tella leyendo del diario porque Piglia ya no puede hablar. La voz se le fue de tanto cantar, dice Piglia en la película.

"La memoria sirve para olvidar, como todo el mundo sabe, y un diario es una máquina de dejar huellas", dijo. Uno puede imaginar que para Piglia, en el estado actual, recordar es mejor que olvidar, recordar es mejor que vivir en el presente. Es también fijar de una manera definitiva su identidad, o la identidad de su personaje Renzi, la biografía final, sabiendo que el final se acerca. Es la "máquina de dejar huella" cuando la realidad quiere borrarlo. Es, en fin, la rebelión, como dice él, contra la enfermedad, aferrarse a su vida aunque sea con la mano que todavía le funciona, aunque no sea la que escribe, es pronunciarse en desacato aunque la voz le falte. También es una manera de evitar que esa máquina, ese diario que ha definido toda su escritura, quede librado a la exposición obligatoria póstuma, sin edición previa. En la película puede verse a Piglia quemando el diario; vuelve esa idea de que si Kafka no hubiese querido que su trabajo se publicara, lo hubiera quemado él mismo (como hicieron otros) y no dejarle la decisión a Max Brod. Por eso Piglia quema su diario a la vez que lo transcribe, lo reescribe, o lo dicta para que otra lo reescriba. El trabajo que le queda es enorme: dos tomos más, probablemente los más interesantes, especialmente el tercero, donde hay "desvíos y elipsis. Un diario de madurez, digamos, con saltos y sobrentendidos". Nunca quise más que ahora que un escritor dilatara la espera de sus publicaciones en incontables años.

 


Viewing all articles
Browse latest Browse all 8

Latest Images

Trending Articles





Latest Images